La elección interior
Las democracia nos invade desde la ciudad de las grandes luces y sombras, donde las necesidades bailan junto con la decadencia; donde la vida vale poco pero el voto vale lo suficiente como para mentir y robar. La ciudad grande duerme tranquila lejos del interior, donde la democracia se disfraza de arengas populares y espejitos de colores... como aquellos con los que el cara pálida estafó a los originarios.
Como se viven las elecciones en un pueblo difícil de ubicar en el mapa?. Cómo elige aquel que no puede elegir cómo vivir ni cómo morir?. Muy distinta es la democracia interior de aquella que creemos tener ganada los citadinos. Las brechas en el interior se abren como grietas en la tierra después del tiempo seco. Las desigualdades son tan abrumadoras como la exhuberancia del paisaje que nos rodea. Son décadas y décadas de olvido las que van a elegir presidente. Son esas desigualdades que tienen nombre y apellido: desnutrición, enfermedad, ignorancia, desesperanza, hastío, abandono, muerte.
La democracia interior es muy distinta a aquella que creemos conocer los que creemos conocer todo. Aquí no vale la voz y el voto.... aquí vale el hambre. Aquí gana el que llena las panzas de promesas y cubre las cabezas con chapas.
Hoy en un pueblo perdido, las calles se arreglan en tiempo veloz, el hospital renueva la fachada de su edificio vacío, la plaza se llena de música popular, los bolsones de comida inundan los asentamientos, hay nuevas jefas y jefes, nuevos empleados municipales, nuevos concejales con viejas traiciones. Así es la democracia interior.... el perverso juego al que juegan unos pocos con la desesperanza y el abandono de unos muchos. Aquí el caudillo de turno se juega las vidas en la ruleta y se bebe los futuros en le bodegón. Pero siempre llegará a tiempo para hacerle una caricia en el alma a aquel wichí o mataco que tiene hambre y sed. Siempre llegará a tiempo para darle a ese criollo abandonado a su suerte, la esperanza de una vida mejor del color del vino. Cada cuatro años, se nos pide que apostemos al crecimiento, y lo único que crece es la injusticia y la exclusión. Cada cuatro años se perpetúa la desfachatez y la mentira, mientras nosotros creemos jugar al juego de la democracia.